Para facilitar su tratamiento puede considerarse que el sistema nervioso
de los insectos se divide en cuatro partes o subsistemas denominados: central,
visceral, periférico y sensorial.
El sistema
nervioso central está formado
por el cerebro y la cuerda nerviosa ventral. El cerebro
consiste de tres pares de ganglios: el protocerebro que inerva ojos
compuestos y ocelos, deutocerebro inerva antenas y tritocerebro
labro y estomodeo. Los nervios circumesofágicos conectan al tritocerebro con al
ganglio subesofágico, el cual es el resultado de la fusión de tres pares
de ganglios que inervan mandíbulas, maxilas, labio y ducto salival.
La cuerda nerviosa ventral
está formada por ganglios segmentales pares, generalmente un par por segmento,
aunque en muchos casos algunos de estos ganglios están fusionados. En el tórax
existen, tres pares de ganglios torácicos que inervan patas y alas, músculos
toracales y receptores sensoriales. Los ganglios abdominales controlan
los movimientos de los músculos abdominales. Los espiráculos en torax y
abdomen están controlados por un par de nervios laterales que surgen de cada
ganglio segmental. Un par de ganglios abdominales pares (usualmente fusionados
para formar un gran ganglio caudal) inervan el ano, la genitalia externa
y receptores sensoriales abdominales.
El sistema nervioso simpático o vegetativo está constituido por
ganglios y nervios que llegan a los órganos internos de los insectos, y está
conectado con el sistema nervioso central y con el endócrino. Suele ser
dividido en dos subsistemas: estomogástrico (inerva tubo digestivo y
corazón) y caudal (inerva órganos genitales y extremo posterior de tubo
digestivo).
El sistema nervioso periférico lo constituye la red de neuronas
motoras y sensoriales que se disponen por debajo del tegumento, desde las
sensilas cuticulares hacia los ganglios de la cadena nerviosa ventral.
Los órganos de los sentidos constituyen el sistema nervioso sensorial,
cuya unidad básica es el sensilio, que típicamente comprende: a) una estructura,
cuticular o epidérmica, a través de la cual el estímulo es amplificado o
dirigido o traducido a otros cambios mecánicos o químicos, y b) una o varias
células sensoriales nerviosas. Morfológica y funcionalmente derivan de una
estructura tricoide (en forma de pelo) y se los clasifica de diversas formas de
acuerdo a la forma de la estructura cuticular: sensilios séticos, escamiformes,
basicónicos, celocónicos, ampuláceos, campaniformes, etc. Los estímulos que perciben pueden ser mecánicos,
químicos, visuales, y de otros tipos.
Los mecanorreceptores son sensibles al contacto físico con
superficies sólidas (tocar y ser tocados), detectan movimientos de aire,
incluyendo ondas sonoras y el sentido de la gravedad. El tipo más
simple de receptor táctil es un pelo o cerda provisto de una célula nerviosa,
una sensilia pilosa. Algunos mecanorreceptores denominados órganos
cordotonales o escolopales reciben información a cerca de la
posición del cuerpo en el espacio y de los eventos físicos que ocurren en el
cuerpo. Los insectos perciben ondas sonoras o vibraciones (sentido de la
audición) por medio de dos tipos de órganos: sensilias pilosas y órganos
timpánicos (como el órgano de Johnston y el órgano subgenual).
Los quimiorreceptores tienen paredes muy delgadas o perforadas y
numerosas células sensoriales, actúan como receptores de gusto y olfato. La diferencia entre éstos es que el gusto se
percibe en contacto y los olores a distancia.
Los fotorreceptores forman estructuras fotosensibles especializadas
tales como ojos compuestos y ojos simples u ocelos, ambas
formadas por unidades
sensoriales llamadas omatidios. Los omatidios están constituidos
por una lente o córnea, debajo de la cual se encuentra un grupo de cuatro células
transparentes cónicas que secretan un cuerpo conocido como cono cristalino.
Alrededor del cono y de las células que lo secretan, se ubican las células
pigmentarias primarias, que comúnmente son dos. En la base del omatidio se
encuentra un grupo de células visuales, generalmente 8, que en conjunto se
denomina retínula. Cada célula lleva en una superficie modificada (rabdómero)
el pigmento visual, que en conjunto forman el rabdoma del omatidio. Las
retínulas están rodeadas por células pigmentarias secundarias, aislando
ópticamente cada omatidio de sus vecinos. Cada axón de estás se comunica con el
sistema nervioso central.
Existen dos mecanismos básicos de formación de imágenes
1) Vision por aposición o en mosaico. Cada omatidio actúa
independientemente, abarcando una parte muy pequeña (semejante a un punto) del
campo visual total; es decir cada omatidio recibe los estímulos de un punto del
campo visual, sin que ese punto sea percibido por ningún otro omatidio. Esto
ocurre debido al aislamiento entre omatidios que brindan las células
pigmentarias secundarias. La yuxtaposición de muchos puntos, cada uno
proveniente de un omatidio, produce entonces una imagen mayor de todo el campo,
semejante a una fotografia que consta de muchísimos puntos diminutos.
2) Visión por superposición. Este
tipo de visión se logra por la concentración del pigmento contenido en las
células pigmentarias debido a la baja intensidad de luz. De este modo, los
omatidios ya no están ópticamente aislados y entonces cada rabdoma recibe, además
de los rayos que han pasado por sus propias lentes, los que pasaron por
omatidios vecinos. En general, la agudeza visual esta en función de varias
características. A mayor número de omatidios las imágenes son mas perfectas y
menos luminosas; al utilizar la visión por superposición (insectos nocturnos o
crepusculares) la nitidez de la imagen es menor. La capacidad de adaptación del
ojo a la luz cambiante es variable para cada especie; generalmente, los ojos
que normalmente ven por superposición poseen pigmentos muy móviles en las
células correspondientes, siendo menos frecuentes o intensos en los de aposición
(insectos diurnos), donde frecuentemente se dan movimientos pigmentarios según
los ritmos circadianos.
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